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martes, 31 de julio de 2012

ERMITA DE BOGAJO LUZ VERANO EN BOGAJO2012 7

La semana pasada hubo en Bogajo dos días tormentosos. En la mañana del jueves 26 había una luz especial para la fotografía, así que salí pronto y me fui hacia la ermita y la fuente del Cristo de Bogajo y con el sol a mi espalda, busqué el contraste con las nubes de tormenta. Tronaba y caían de vez en cuando algunas gotas. Estas dos fotos son parte del resultado.

En la primera fotografía me interesaron las nubes blancas que las contrapuse a la sombra oscura de la ermita a la derecha. Así, la luz del plano inferior quedó más mitigada. Son tres planos, dos horizontales, más amplio el superior porque era el que más me interesaba, y un plano vertical oscuro.


En esta segunda foto de Bogajo compuse la imagen en tres planos, rompí el paralelismo dándole más espacio al plano superior, las nubes de la tormenta, que además ayudaría a destacar los otros dos planos y me crearía una luz más cálida.

sábado, 28 de julio de 2012

AVES DE BOGAJO 4 VERANO EN BOGAJO 2012

En verano en Bogajo es posible observar gran número de aves: los tordos (Sturnus unicolor) abundan todo el año, ahora en verano son un peligro para la fruta, pero lo compensa su melodioso canto. Las golondrinas (Hirundo rustica) inundan Bogajo en primavera y ya a últimos de agosto se reúnen en bandadas para comenzar su migración; nidifican en casas viejas, chimeneas o portales. El jilguero (Carduelis carduelis) solo o en pequeñas bandadas aprovecha la semilla de los cardos que tanto abundan. La oropéndola (gorupéndola en Bogajo) (Oriolus oriolus) ave migratoria, espectacular por su color amarillo oro y por su canto, es bastante difícil de fotografiar.



viernes, 27 de julio de 2012

AYUNTAMIENTO DE BOGAJO SALAMANCA REFORMAS VERANO EN BOGAJO 2012 5

Desde hace varios días se están reformando los exteriores del ayuntamiento de Bogajo. Por ahora el cambio es positivo, ¿o no ?



FIESTA DE SANTIAGO EN BOGAJO VERANO 2012 4

Ayer 25 de julio la Asociación de mayores La Amistad de Bogajo celebró su fiesta. Por la mañana hubo misa, convite y a mediodía una comida para los miembros de la asociación. Por la tarde, en la plaza de Bogajo hubo bailes, bajo la dirección de la batuta de Agustín. Luego se bailó la rosca y al final hubo convite para todos los asistentes: chochos, sangría y rosca. Una tarde muy divertida.



lunes, 23 de julio de 2012

IGLESIA DE BOGAJO VERANO 2012 3

Nuevas miradas sobre la iglesia Nuestra Señora del Peral de Bogajo: he querido mostrar el contraste de una imagen cálida, la primera foto, y 3 de tono frío.
En la última fotografía, el teleobjetivo ha comprimido las distancias.

Me llamó la atención el color cálido de las piedras de la iglesia producido por los rayos dorados de la puesta de sol. Busqué una toma para que resaltara más esa calidez y le busqué el contraste con el color verde frío.


viernes, 20 de julio de 2012

PAISAJES DE BOGAJO VERANO 2012 2

Paisajes de Bogajo, instantes que quedan fijos. un segundo más tarde ya no son así. Bogajo ofrece paisajes muy variados y diferentes. 
 




lunes, 16 de julio de 2012

VERANO EN BOGAJO 2012 1

Aprovechando mi estancia en Bogajo, iré colgando fotos recientes del pueblo.
Como aspecto novedoso en Bogajo, se están cambiando las tejas de las escuelas del caño.3 fotos del sábado 14 de julio 2012 para verlo. Y una foto de la iglesia de Bogajo,


jueves, 5 de julio de 2012

TEXTO DEL PREGÓN DE LAS FIESTAS DE BOGAJO 2012

                                    Pregón de las fiestas de San Juan, Bogajo 2012

               Miguel Ángel del Arco Bravo durante el pregón de las fiestas de Bogajo

Todo lo aprendí en Bogajo

Dicen los entendidos en pregones que para inaugurar una fiesta correctamente, y que los oyentes no se duerman, es necesario que la parrafada no se alargue demasiado, que lo bueno si breve dos veces bueno. Vamos a intentar ir por ahí.

Los pregones eran proclamas que se hacían voceando por las calles, era la forma de anunciar las mercancías que se vendían de manera ambulante. Pregones hacían también los alguaciles del ayuntamiento, tras tocar la bocina en los torales. Así salía la gente de las casas y se enteraba de las novedades del ayuntamiento: una junta, unos pagos, una orden, unos plazos.

Se espera de un Pregón que diga algo nuevo y que recuerde a la vez algo ya pasado sobre la historia del pueblo.

Y del buen pregonero que esté alegre y tranquilo, que no se desmadre demasiado y se muestre cercano. Yo os puedo decir que estoy contento de estar aquí y que no me desmadraré. Aunque tranquilo no estoy.

Dicen que el Pregonero debe de acompañar el Pregón con sus propias vivencias, sin olvidar que él no es el protagonista, sino más bien un figurante en la historia que el pregón va desgranando.

Esto es lo que tengo más claro: Yo soy figurante afortunado de la historia de Bogajo. El cronista de lo que vio, de lo que le contaron y seguramente de lo que imaginó. Un hijo del pueblo que aunque viva fuera nunca se ha olvidado de donde es. Así que me toca vocear desde aquí unas pocas novedades y algunos recuerdos.

Voy por tanto a anunciar las fiestas, que este año son verdaderamente grandes y rumbosas. Cena, verbena, encierro, corrida, disfraces, más verbena, bailes charros. Todo un alarde.

Y os recordaré por si alguno tiene dudas lo importante que es ser de Bogajo.

De paso, también voy a deciros que tenéis un alcalde joven y con ganas de trabajar, así que deberíais aprovecharlo.

Y al alcalde le diría que no pierda el entusiasmo, que no se desanime, que lo más grande que puede hacer un cargo político es mirar por toda la gente de su pueblo. Que tiene que mejorar las cosas y procurar que todo el mundo esté a gusto y contento. No es fácil, pero ese es el reto.

Bien, cada vez que miramos atrás nos preguntamos cual ha sido la época más importante de nuestra vida, la que más nos ha marcado o la más feliz. Es difícil responder a eso porque la vida está hecha de muchos pequeños detalles, de momentos, de encuentros, de personas, de decisiones, de casualidades. Realmente se compone de todo eso.

Yo he hecho ese ejercicio más de una vez porque van cayendo los años y aparecen hechos aquí y allá, momentos, personas, lugares, dudas, trabajos, viajes, recuerdos. Y me he dado cuenta de que muchos de esos momentos acaban yendo a Bogajo, o pasando por Bogajo, o están relacionados con algo de Bogajo. Es decir, terminan teniendo que ver con mi pueblo.

Será porque lo más feliz de mi vida coincide con la infancia y la adolescencia, y esas etapas las pasé en Bogajo. Será que lo que más y mejor se queda es lo que se aprende de chico. O porque la infancia está relacionada con tiempos de inocencia y de juegos, y todo eso lo tuve yo aquí hace unos cuantos años.

Dicen que somos lo que aprendemos de niños, y si es así pues soy lo que aprendí aquí.

Pero además aquí se encendió, sin yo saberlo, la vocación de ser luego periodista y escritor. Es decir, aquí, en Bogajo, se me despertó el gusto por contar historias. Desde que me recuerdo me gustó saber qué le pasaba a la gente, cómo se relacionan las personas, qué ocurre en el mundo, cómo es, entenderlo, y contarlo.

Y para eso, para saber lo que pasa, hay que aprender a escuchar, estar atento. Creo que Bogajo es el mejor espacio para eso. El mejor sitio para escuchar y para aprender.

Recuerdo cómo me gustaba oír lo que decía la gente mayor. En el taller de Colas, donde iban los vecinos a que les hiciera una puerta o a charlar un rato; en el molino cuando se iba a moler, mientras se esperaba el turno; en la solana con las mujeres cosiendo; en las noches de serano con los vecinos al fresco hasta las tantas; en la fragua, en los bares, en el baldío. Son lugares que recuerdo llenos de historias, de charlas, de novedades que la gente se contaba. Los mayores hablaban y nosotros escuchábamos.

En todos los sitios donde se juntaba la gente mayor yo me recuerdo escuchando, imaginando, atando cabos. Los mayores hablaban entre ellos del pueblo, de las fiestas, del tiempo, del ganado, de pastores, de ovejas, de la gente que había emigrado, de la que se estaba yendo a Bilbao o a Francia, o había vuelto. Hablaban de bodas, de bautizos, de desgracias… Otras veces contaban de gente que discutía, o que no se hablaba, o que se ennoviaba.

De la guerra se hablaba poco, y cada vez que salía algo yo ponía la oreja, pero enseguida cambiaban de tema los viejos, se veía que era un asunto doloroso que no se sacaba.

A veces hablaban en voz baja, con sobreentendidos, con medias palabras, y entonces se disparaba mi imaginación: entre lo que oía y lo que imaginaba, me construía yo mi propia novela.

Seguramente todo lo que sé del pueblo viene de aquellos tiempos. Escuchando, escuchando aprendía como se nombraban las cosas, lo que significaban las palabras, cómo se llamaba la gente, cuando había que sembrar. ..

También aprendí a entender las frases que tenían doble sentido, y los silencios, que a veces dicen tanto. Todo eso, que luego me ha venido bien para mi profesión, lo aprendí en mi pueblo desde chico. De modo que Bogajo fue una buena escuela

El Bogajo que yo recuerdo es mágico, puede que fuera así o puede que sea como yo lo he imaginado o como lo soñé. Ya sabéis que la memoria es selectiva, que tiende a quedarse con lo bueno y olvidar los ratos oscuros, de carencias, de necesidades, de enfados, que también los hubo, seguro.

La misma cosa, contada por dos personas distintas puede parecer diferente. ¿Alguno miente?

No, es que lo vivieron de otra manera, lo que a uno le pareció bien a otro no tanto. Todos tuvimos el mismo maestro, pues seguro que unos lo recuerdan atento, sabio, paciente y simpático, y para otros fue despistado, duro, creído y seco. Y lo mismo con el médico, o el cura.

Los recuerdos buenos se mitifican, incluso llegan a exagerarse. Pasa con las aventuras que cuentan los mayores y los jóvenes escuchan pensando, ya será menos. Porque tendemos a creer que nuestro tiempo fue el mejor, el más feliz, o el más difícil, o el de más mérito.

No quiero hacer yo eso desde este balcón, porque cada generación, cada quinta, seguro que tuvo sus momentos buenos y sus momentos malos. Y tampoco es verdad que cualquier tiempo pasado fuera mejor. Seguro que los jóvenes de hoy se divierten en Bogajo tanto o más que sus padres y sus abuelos, seguro que tienen tantos motivos o más para querer a su pueblo.

Cada uno tenemos una imagen del pueblo. La mía está unida a la infancia y a la adolescencia, llenas de trabajo duro, de aprendizaje, de descubrimientos y de buenos ratos.

El trabajo duro fue duro de verdad, segar los tres surcos doblando el espinazo a pleno sol es más fuerte que algunos deportes de élite. No sé yo si a Rafa Nadal o a Cristiano Ronaldo se le daría bien segar

A lo mejor eso me dio la oportunidad de aprender el valor de las cosas, del esfuerzo para conseguirlas. No estoy muy seguro. Yo siempre le decía a mi padre que por qué no compraba una máquina de segar, en lugar de andar con la hoz por aquellas tierras largas del baldío a las que no se le veía nunca la punta.

Los veranos eran duros. Venir del colegio y sin casi saludar a los amigos se empezaba enseguida con el heno. Luego la siega, la cebada, y la avena, el centeno y el trigo.

Luego acarrear, con aquella pareja de vacas lentas, que si encima se traía lo segado del baldío, se echaba el día para un carro.

La trilla, y la limpia, que llegaba a ser desesperante porque dependía del aire, y podía pasarse varios días sin que se moviera ni una brisa.

Y después meter la paja. Y ahí ya nos llegábamos a la feria de Villa Vieja. Pero entre medias había más trabajos, los garbanzos, las patatas, el ganado. Y en cuanto llegaba septiembre, otra vez al colegio. Era mucho sudor y muchos callos en las manos.

Pero todo ese trabajo tan duro estaba compensado por los buenos ratos y por las fiestas. Entre medias de tanto esfuerzo y tan pocas vacaciones, estaba la felicidad. Ir al bar, o pasar un rato en un portal riendo con los amigos y las amigas era lo más grande. Todo el cansancio se iba cuanto te lavabas y remudabas para ir a hacer fiesta.

Además, todas esas tareas duras del verano transcurrían entre las fiestas, que era lo que realmente importaba. Y procurábamos no perdernos ni una.

Nos dábamos prisa con el heno para ver si se acababa antes de San Juan. Y las ganas de fiesta hacían más llevadero recoger la hierba.

La siega se acababa para las fiestas de Cerralbo, la trilla más o menos para las de Vitigudino y, por fin, apurábamos para acabar la limpia y estar libres para las de Villa Vieja.

Pero claro, lo primero era San Juan. Llegaban las vacaciones y uno no pensaba ni en acabar los exámenes ni en el trabajo que esperaba en el verano. Lo que estaba deseando era que llegara San Juan.

De San Juan me acuerdo, de muy niño, de los encierros y las corridas. De los puestos de caramelos, de los cohetes. Y luego ya de mocito, del baile en el salón de Eusebio, en el centro o en las escuelas de aquí de la Plaza.

Pero sobre todo me acuerdo del cine, y de una película. Se titulaba ‘La condesa de Hong-Kong’. Después sabría que el director fue Charles Chaplin, Charlot. Se me ha quedado grabada porque oímos decir a la gente mayor, seguro que alguno del ayuntamiento, que era algo subida de tono, y que salía Sofía Loren. Así que todos los amigos nos encendimos y nos entró gran curiosidad. Fue aquí, contra las paredes de la escuela. Y efectivamente salían Sofía Loren y Marlon Brando, aunque de subida de tono, poco.

El cine lo tengo muy relacionado con Bogajo. Venían unos señores de Bañobarez y ponían un cartel en el centro, escrito a tiza, con el título de la película y si era tolerada o no. A veces no entrábamos, o por falta de dinero o porque no era tolerada. Mirábamos por la ventana, que si era verano estaban abiertas, y veíamos y oíamos algo, desde los escalones de la panadería de la señora Petra. Si era invierno, nada.

Por la tarde de los domingos veíamos la tele en el centro y cuando llegaban los de Bañobarez, a la hora del cine, echaban a toda la gente para que fueran a sacar la entrada, por la ventana que está junto a la puerta. Algunos mozos lograban colarse. Se metían debajo de la tarima y salían cuando se apagaban las luces, ya empezada la película.

Se me quedó el gusto por el cine, por ese invento asombroso que hacía que pasaran cosas en la pantalla.

En realidad el cine y la televisión son dos adelantos mágicos y relacionados con mi infancia y con Bogajo.

Aquí los descubrí.

El primer aparato de televisión que llegó se colocó aquí, en el Ayuntamiento. Luego se trasladó al centro, que se llenaba de gente, sobre todo cuando había corrida.

Nunca se me olvidará la noche que hicimos en el centro mis padres, mi hermana y yo, con otros vecinos, para ver llegar al hombre a la luna. Pasamos allí la noche, hasta altas horas de la madrugada, alucinados con aquellas imágenes en blanco y negro, que iba comentando Jesús Hermida, un periodista que luego seria muy conocido.

No veíamos gran cosa, sólo figuras borrosas, unos hombres vestidos de buzos como flotando por un terreno poco estable, pero era muy emocionante: estábamos asistiendo al instante en que el hombre llegaba a la luna. Un momento histórico.

Estuvimos hasta las tantas. Eso si, a las dos o tres horas, arriba, que había que ir a segar. Recuerdo que tocaba en los Cuadros Bravíos y desde luego no estaba el cuerpo para muchas siegas. Pero hicimos las dos cosas: la siega no se podía perdonar, pero vimos cómo el hombre pisaba la luna. Estoy hablando del año 1969. Ya ha llovido.

Aquí descubrí y aprendí.

Aprendí palabras, costumbres, nombres de animales, de plantas y hasta de piedras. Aprendí comportamientos, cómo deben hacerse las cosas y cómo deben ser las personas, leales, honradas y cabales.

También descubrí olores y sabores, aunque haya salido algo-bastante comisque, en realidad, delicado, como los de Bogajo.

Olores del pan recién hecho en las panaderías, el de la tierra cuando se mojaba, o el del heno. El olor del hornazo lo reconocería en cualquier sitio y el olor de las calles llenas de tomillo el jueves de corpus tampoco se me olvida.

Y el paisaje. Muchos creemos que el paisaje de Bogajo es el más bonito del mundo, ¿por qué será? Está tan prendido en la retina y en la memoria que lo reconoces cuando ves uno parecido en cualquier parte del mundo.

Si ves robles, te recuerdan a los de la Bardera y los del Monte; si encinas, a las del Carrascal; y ninguna encina tiene tanto mérito y tanta historia como la Encina arrengá.

Si te encuentras con una orografía de peñas y andurriales, enseguida se representa el paisaje de Valjondo; pasas entre una hilera de chopos en cualquier parte de España o del mundo y piensas en los chopos del Salegar, que ya no están, pero yo los ví poner. Por cualquier río que pasas lo comparas sin querer con la Ceña o con el puente.

En Bogajo uno aterriza, y es una sensación única asomarse al alto de los Gejos o del cementerio, ya vengas por Villavieja o por Yecla. Mi mujer y mis hijos se ríen porque dicen que me cambia la cara en cuanto me asomo a Bogajo.

Aquí descubrí sin que nadie me lo dijera otra cosa. A echar una mano, a trabajar en equipo, la solidaridad. La motila, la mataza, meter el muelo... Daba gusto ver cómo acudían vecinos y parientes a ayudar. Pero eso eran momentos esperados, citados, avisados. Lo conmovedor era cuando pasaban imprevistos, un accidente, un carro que se atascaba en el barro, una domona especialmente brava, una vaca que quedaba entrizada en una peña, o recoger una parva porque se ha puesto a llover de repente, o una desgracia, no digamos un fuego….Y veías cómo acudía toda la gente. Se remangaban, se juntaban y se echaban una mano. Nadie hablaba de eso, nadie decía hay que ayudar. Se aprendía viéndolo hacer.

Era emocionante ver a tanta gente juntarse a arrimar el hombro, luego era una fiesta haber hecho el trabajo o solucionado el percance y verlos juntos en una buena merienda.

El Bogajo que yo recuerdo estaba lleno de gente siempre pendiente de echar un capote, con lo que yo me hacía la idea de un lugar ideal en el que nadie estaba solo, todos amparados.

Lleno de gente. Ahora quedáis menos, pero yo la infancia la recuerdo llena de gente en las escuelas, -las de la plaza, las de la cuesta y luego las del caño-, en la iglesia, en el baile, en las fiestas.

A los niños de hoy a lo mejor se les hace difícil imaginarlo pero las escuelas de la plaza, antes de trasladarnos a las entonces nuevas del caño, estaban llenas de niños y de niñas. Tanto que hacíamos peleas y guerras, a veces en broma a veces en serio, los de arriba contra los de abajo. Y la línea divisoria eran las escuelas. Igual podíamos contar veinte o treinta en cada lado.

Siempre había muchos para reñir o para jugar, a las cuatro esquinas, el hinque, al escondite, el marro. También al futbol, claro.

A lo mejor no éramos tantos pero el Bogajo que yo recuerdo estaba lleno de gente. Lleno de mujeres lavando en los caozos del caño o los de la fuente, porque también ahí había el pueblo de arriba y el pueblo de abajo, como en las eras, las de la Fuente Perenal y las del Campo la Huerta.

Lleno de hombres en la fragua, aguzando las rejas. Y en los bares, porque en algún momento de mi tiempo hubo cuatro a la vez. El boliche de Eusebio, el del señor José Márgaro, el de Venancio y la taberna de la señora Manuela.

Así que estaba lleno de gente en las fiestas de las madrinas, lleno de gente joven el Jueves Merendero en la peña Resbalina o la peña del Hornito, o el día del hornazo.

Y, claro, lleno en San Juan.

Lo que yo esperaba con más ganas era el día del Hornazo y San Juan. Dos fiestas unidas al baile y a los amigos y las amigas. Dos cosas que siempre me gustaron mucho, las fiestas y el baile, y las amigas, y los amigos.

Recuerdo mucho el día del Hornazo. Alguien nos dejaba una casa vieja, como ahora las peñas, supongo, y la barríamos y la acondicionábamos. Comíamos allí el hornazo y bailábamos. No se me olvidará en una de las casas, como si fuera hoy, un baile sin música. Era así, cantábamos todos, imaginaros con que ritmo y entonación, un pasodoble, o una canción de la radio y bailábamos. Podría recordar hasta con qué niña bailaba ese baile cantado.

Cuando comíamos el hornazo en la estación nos peleábamos con los de Fuenteliante.

Jugábamos al futbol con ellos, pero nunca acababa el partido, porque antes reñíamos y nos amenazábamos.

Eran los momentos de presumir de pueblo, de estar dispuestos a lo que fuera por Bogajo. Pero recuerdo que era con los de Fuenteliante con quienes había esos piques. A los demás pueblos, Yecla, Cerralbo, Villavieja, Bañobarez, Lumbrales, Vitigudino, ibamos a las fiestas, al baile y a los bares, pero no había esa rivalidad.

Ahí ni insultábamos ni retábamos, aunque también presumíamos de pueblo. Nos animábamos y cantábamos en las fiestas de esos sitios. Cantábamos en el pueblo al que fuéramos, a altas horas de la noche y cuando cambiábamos de bar. A veces ya íbamos cantando en el mismo coche, casi siempre en del pobre Paco, mi primo y amigo, que nos dejó tan pronto.

Siempre cantábamos la misma canción, una y otra vez.


Si nos preguntas de donde somos,

contestaremos en alta voz,

somos de un pueblo muy pequeñito

se llama Bogajo y es el mejor.


Si nos preguntan que si es bonito,

contestaremos que mucho no,

pero que tiene unos mocitos

que roban el alma y el corazón.


No nos cansábamos de cantarlo, de gritarlo, y no se me ha olvidado.

Es imposible, pero me gusta pensar que sigo siendo aquel mocito que cantaba con Paco, con Joaquín, con Juanma, con Juan José, con Juan Antonio, con Isidro, con José Piruchi, que también nos ha dejado tan pronto.

Estábamos orgullosos de ser de donde éramos.

Como tampoco me ofendía, al contrario, lo que me recordaban algunos amigos de Villavieja, “eres más delicado que los de Bogajo”.

Los de Villavieja lo decían un poco o un mucho por fastidiar. Para mi el ser delicado se convirtió pronto en un cumplido, como un honor, un sello. Ellos lo decían con retranca y yo, lejos de tomarlo como una ofensa, lo veía siempre como un halago. Porque si miramos lo que dice el diccionario, delicado tiene que ver con ser elegante, y fino, pulcro, primoroso. Es ser exquisito, sutil, diferente, refinado, distinguido. También es ser tierno, suave, apacible, cortés, atento. Todo eso es ser delicado, como los de Bogajo.

Como digo, todo lo aprendí en Bogajo. Las palabras, los animales, las estaciones, los aires, las plantas, la manera de ser. Hasta la manera de decir.

No es fácil hacer un pregón, y la prueba es este, que está saliendo a trompicones.

El sentido común dice que debe ser breve, así que debo ir acabando. Porque además acordé con el alcalde hablar entre veinte y veinticinco minutos. Y creo que ya se han cumplido. Y que habrá hambre y parece que nos van a dar de cenar

Este es mi pueblo y aquí aprendí todo. Como la mayoría de vosotros, he trabajado duro, he bailado, cantado, reído… hemos llorado y nos hemos enamorado.

Tengo buena memoria y me acuerdo muy bien de cada momento de dicha. Pero sobre todo sé muy bien de donde soy.

Muchas gracias por darme la oportunidad de decir alto y claro, desde aquí arriba, que estoy orgulloso de ser de Bogajo,

Y que es un honor dar la salida a las fiestas de mi pueblo.

Que haya salud para todos.

A pasarlo bien, a divertirse.

Muchas gracias.

Viva Bogajo.